2 de noviembre de 2011

Visita al museo regional de la madera y los gancheros

La tarde del sábado, Cipriano Valiente al frente del Museo Regional de la Madera y los Gancheros, nos mostró un antiguo oficio que resultaba un viaje, casi una aventura: los gancheros y las maderadas.


Descubrimos la estrecha relación entre nuestra Sierra y éste singular medio de transporte para la madera a través de los ríos. Desde que en el diccionario de la Real Academia de la Lengua indica que el término ganchero es “voz originaria de Cuenca”, hasta que el pino albar se conocía como pino de Cuenca, asociado a una madera de máxima calidad. El origen de la madera estaba los términos municipales de la Sierra de Cuenca y del Alto Tajo, que en su momento también pertenecieron a nuestra provincia. Los primeros ríos en recibirla para iniciar su transporte allá por el frío mes de marzo eran los de la cabecera del Tajo (Escabas, Cuervo, Guadiela…) para el transporte hacia Toledo y Aranjuez, y el Júcar para acercar la madera al Levante.

Cipriano nos explicó que deberíamos buscar el origen de esta forma de transporte, al menos, en el siglo XII y nos habló de la importancia económica de la madera a lo largo de la historia y de cómo los poderosos controlaban su extracción y comercialización. De cómo vigas hechas con pinos conquenses sustentan todavía importantes edificios como el Escorial o el Palacio Real y del importante volumen de extracción de madera que supuso la instalación del ferrocarril, colocando en pocos años más de siete millones de traviesas para las vías.

Madera, broza y piedra, su ingenio y la fuerza de sus brazos a través del gancho como extensión de ellos, eran los únicos elementos que utilizaban para salvar todas las dificultades del trayecto: saltos de agua, fuertes caudales, represas, aguas tranquilas, etc… En ocasiones se veían obligados a construir complejos diseños, entramados y puentes para conseguir que la madera fluyera a través del río.

Seis meses duraba la “travesía”, los gancheros se guarecían en abrigos a lo largo del río, aprovisionándose de comida a través de la tienda que viajaba con ellos y de ropa limpia y otras necesidades mediante “los roperos” que la recogían en los diferentes pueblos de origen y que cada quince días se la hacían llegar. Así con liviana indumentaria para facilitar su secado recorrían el Tajo y en menor medida el Júcar por un escasísimo jornal, sufriendo a menudo las consecuencias de haber generado una oscura fama. Lo que puede parecer una romántica aventura no era más que una forma de vida, repleta de penurias, a la que la necesidad obligaba.

En la fragua, Cipriano nos mostró la estrecha relación entre el hierro y la madera, nos explicó el funcionamiento de algunas de las herramientas que allí guarda e incluso algún valiente se atrevió con el yunque y el martillo, emulando como en el caso de Jesús a su abuelo herrero en Valsalobre.

Finalizó nuestro viaje por el mundo de los gancheros con unos apuntes sobre el lenguaje de signos que habitualmente utilizaban para hacerse entender por encima del rumor del río.

Creo que puedo afirmar que a la totalidad de los participantes que nos acercamos a Vadillos nos pareció una agradable visita, totalmente recomendable, que nos mostró con todo tipo de detalles un mundo desconocido para casi todos nosotros. Desde aquí agradecer a Cipri su cálido trato y sus amables explicaciones.

1 comentario:

Cipriano dijo...

Me alegra que os gustara, y que así, lo reflejéis, vosotros fuisteis buenos alumnos. Recuerdos. Cipri.